
Como ejecutivo, ciertamente hay momentos muy complicados cuando se está en los departamentos de atención y satisfacción al cliente. Y como en todo, hay momentos de gloria (los cuales son los menos), pero también hay momentos vergonzosos, (los cuales por ventura de Dios también son mucho menos…).
Pero ciertamente, de los más difíciles de enfrentar es cuando un jefe le llama la atención a sus subalternos enfrente de un externo como lo es un proveedor de servicios (entiéndase yo).
En lo personal, he tenido que vivir aproximadamente cuatro momentos similares a lo largo de 20 años de carrera atendiendo a gerencias y direcciones de diferentes laboratorios. A la hora de la hora, – no importa si son grandes corporativos o pequeñas compañías – la sensación siempre es la misma. El estupor siempre es el mismo. El querer huir o hacerse invisible siempre es una solución muy asequible pero poco viable. Uno quisiera medir unos 3 centímetros para poder escabuírse por entre los ductos de aire de la oficina en cuestión. El ambiente se torna duro, espeso. La respiración casi es un bullicio y el sudor del colaborador reprendido toma aromas casi dantescos. Preferiría estar en el noveno infierno de la divina comedia (o en el que esté reservado para los gerentes de farma que no se aplican al cuento) a permanecer ahí en el preciso lugar en donde su jefe le está propinando tamaña tunda y le está haciendo saber sobre todas las desafortunadas coincidencias que se dieron en su ascendencia para haber llegado a tan patética y torpe conclusión en la persona de tamaño pelmazo… Bueno, la verdad es que no siempre es tan apocalíptico el escenario presenciado pero si siempre incómodo, por más palmaditas en la espalda que el director propine a posteriori al colaborador piedra que ha tenido el desatino.
Y uno pues… igual de incómodo que el cuestionado, se pone color biliar y no tiene mas que callar, poner cara de mona lisa y no tomar parte, por mucho que uno pueda percibir en donde se encuentra la razón. A uno no le toca emitir opinión. Y si por desgracia le piden a uno una conjetura al respecto, pues no queda mas que aducir pereza mental, IQ disminuido y aletargado, diarrea intelectual y pues esperar a ser ahora uno el imprecado. Mmmm. Todo sea por la corrección empresarial.
Hasta otra vivencia!
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